lunes, 16 de marzo de 2015

ALERTA PRIVATIZADORA: Unidades de Gestión Clínica



 Una de las últimas propuestas de los gerentes liberales de los Servicios Sanitarios Públicos son las intrigantes y cada vez más famosas Unidades de Gestión Clínica (UGC), fórmula a la que se pretenden transformar los Centros de Salud.
Con argumentos tan usados por los liberales como el de “optimización de recursos en un sistema insostenible económicamente” o la “democratización de la gestión sanitaria”, las UGC se venden como una aproximación de la toma de decisiones a los equipos sanitarios, que tendrían capacidad de gestionar partidas presupuestarias para la adquisición de determinados recursos y gestión de prestaciones sobre la base del cumplimiento de unos determinados objetivos de excelencia.
Tras estos aparentemente loables objetivos, la realidad es bastante más preocupante para profesionales y pacientes de los diferentes servicios públicos de salud. En la práctica, son un paso adelante en el imparable plan de expolio de la Sanidad Pública por parte de los gestores capitalistas. Si bien no suponen en puridad la introducción de una fórmula privada, las propuestas concretas que vienen haciéndose a modo de globos sonda o de prácticas concretas que se lanzán, sí que contienen elementos claros de la privatización de la que hablamos.
Así, como elemento fundamental, las UGC implican la introducción de elementos y mecanismos de mercado en la gestión o los incentivos puramente económicos que bonifican el cumplimiento de objetivos de reducción del gasto prescindiendo de toda visión médica.
Algunos ejemplos de estos incentivos, serían la reducción de gasto farmacéutico, la disminución de derivaciones al especialista, la asunción de la imposibilidad de cubrir los permisos con sustituciones y de gestionarlas acumulando trabajo a otros compañeros, etc.
Perversiones intrínsecas a estos objetivos son por ejemplo la derivación de la responsabilidad de la gestión farmacéutica desde la Administración, al profesional. Así, cuando lo deseable serían medidas estructurales que racionalizasen el gasto como una central única de compras de fármacos, una política de financiación exclusiva a los fármacos genéricos o incluso la creación de una industria farmacéutica pública y suficiente, la realidad de las UGC es que se fuerza (recordemos, bajo la presión de incentivos que se han ido introduciendo en la cultura de los profesionales sanitarios) la disminución en la prescripción de medicamentos necesarios. El mismo caso se da con las derivaciones a los especialistas. Se limita el número de derivaciones con el argumento de “racionalización” a traves de incentivos económicos a los médicos menos derivadores. El resultado previsible es la demora en la atención especializada de determinados pacientes que lo precisarían.
Pero es que el argumento de la democratización tampoco es cierto, puesto que esta supuesta mejora se limita a la participación del director de la UGC (generalmente será un médico) en reunionjes bilaterales con representantes de la Administración, los cuales ya habrán fijado previamente los objetivos a cumplir (de corte liberal y de reducción de gasto) y la naturaleza y cuantía de los incentivos. Igualmente, introduciendo más elementos de mercado y gestión privada estos incentivos son progresivamente endurecidos para hacerlos “necesariamente incumplibles” para que, segun la política empresarial de la que hacen gala, los gestores no se “duerman en los laureles”.
Así, la pretendida democratización es en realidad la introducción de mecanismos puros y duros de gestión privada y de competitividad liberal. Nada más lejos de democratizar y, desde luego, a años luz de criterios sanitarios.

Habría más que decir de las UGC, pero baste esta breve reseña para alertar a profesionales y pacientes del nuevo paso adelante privatizador que suponen. En un escenario de pérdida de las bases fundamentales de la Sanidad Pública, la introducción de las UGC sería la puntilla a un sistema que fue nombrado por la OMS como el 7º mejor sistema sanitario en el año 2000.

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