Jesús Caballero Soler,
militante del PCE en Aragón.
Se acerca el momento
de un nuevo Congreso del Partido Comunista de España (PCE), el XXI,
que previsiblemente se celebrará en 2022. Es, como todos, un
Congreso importante. El Congreso es el máximo órgano del Partido.
Es el que define las líneas estratégicas adecuadas para llevar a
cabo el objetivo del Socialismo en España, el que sitúa el marco
teórico en el que se desarrollarán las políticas del PCE en los
siguientes cuatro años y en cuyos acuerdos deben situarse todas las
propuestas tácticas que para ello se desarrollen durante tal
periodo.
Pero este Congreso es,
si cabe, más importante que otros, porque de alguna manera, en el
XXI Congreso se debatirá el ser o no ser del propio Partido en la
realidad actual.
El XX Congreso fue
importante, asimismo. El Partido recuperó su denominación de
“Marxista-Leninista” tras haberla abandonado en el IX Congreso en
1978. Lo definió bien Fco. José Martínez, miembro de la FIM en un
artículo en “Mundo Obrero” de 2018 en el que dice: “el
PCE propone el abandono del marxismo-leninismo en la definición del
partido que se plantea como “un partido marxista, revolucionario y
democrático”, inspirado en las teorías de Marx y Engels, en el
que “la aportación de Lenin, en todo en cuanto sigue siendo
válida, está integrada como la de otros grandes revolucionarios,
pero sobre la base de que hoy no cabe mantener la idea restrictiva de
que «el leninismo es el marxismo de nuestra época»”.
Con este cambio de
denominación propuesto por Santiago Carrillo en el contexto del auge
Eurocomunista, y aprobado por el conjunto del Partido, el PCE
abandona definitivamente la senda de la ruptura con el Franquismo y
le da una interpretación reformista a la “Tesis por la
reconciliación Nacional” lanzada en 1956 y que suponía la nueva
propuesta política del PCE para España tras el abandono de la
resistencia armada al régimen franquista, como ejemplifica la
retirada de apoyo al Maquis a finales de los años 40.
El Comité Central del
PCE declararía, entre otras cosas:
“En
la presente situación, y al acercarse el XX aniversario del comienzo
de la guerra civil, el Partido Comunista de España declara
solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la
reconciliación nacional de los españoles, a terminar con la
división abierta por la guerra civil y mantenida por el general
Franco.
Fuera
de la reconciliación nacional no hay más camino que el de la
violencia; violencia para defender lo actual que se derrumba;
violencia para responder a la brutalidad de los que, sabiéndose
condenados, recurren a ella para mantener su dominación.
El
Partido Comunista no quiere marchar por ese camino, al que tantas
veces ha sido lanzado el pueblo español por la cerril intransigencia
de las castas dirigentes a todo avance social.
Crece
en España una nueva generación que no vivió la guerra civil, que
no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos.
Y no podemos, sin incurrir en tremenda responsabilidad ante España y
ante el futuro, hacer pesar sobre esta generación las consecuencias
de hechos en los que no tomó parte.
Las
fuerzas democráticas españolas no pueden continuar como hasta
ahora, al margen de la vida de España, imposibilitadas de
enriquecerla y servirla con su aportación cultural y su experiencia
política”
(Declaración
del Comité
Central del Partido Comunista de España en Junio de 1956.
Transmitida por Radio España Independiente)
El
PCE fuimos una de las grandes organizaciones de la resistencia
antifranquista en el conjunto del Estado y sin duda la más
importante de las que operaron en todo el territorio. Nuestra lucha
durante el Franquismo fue heroica y se alimentó con la sangre de
cientos de camaradas muertos, encarcelados, torturados y reprimidos
en diversos grados desde el fin de la Guerra Civil hasta la misma
aprobación de la Constitución Española vigente en 1978. Es de
justicia reconocer nuestra lucha que fue capaz de mantener viva la
llama de los anhelos democráticos de un pueblo que cada vez más, no
vivió la guerra y precisaba de nuevos referentes de libertad,
justicia y progreso. La Historia nunca podrá agradecer lo suficiente
al PCE nuestra contribución a esa lucha.
Pero
también es cierto que la política de la reconciliación y la
renuncia a la ruptura, supusieron al menos desde 1978 una serie de
decisiones que lastrarían las posibilidades de profundización
realmente democrática en España durante décadas. Con toda
seguridad se puede defender (y yo defiendo) que probablemente se tomó
la “solución posible”, vista la correlación de fuerzas
existente, las amenazas sobre la mesa, el agotamiento militante...
pero ya no puede decirse hoy a la luz de la experiencia de estas
décadas que aquello fue un acierto. Las mínimas concesiones
arrancadas en la Constitución Española de 1978 (subordinación de
la riqueza al interés común, una parte de avances laborales en
“los pactos de la Moncloa”...), se han evidenciado como papel
mojado frente a lo que se ha demostrado que era y es en realidad la
“chicha” de la Transición: el mantenimiento en lo esencial de
determinadas estructuras de la arquitectura franquista, la “ley de
punto final” que cerró toda posibilidad de fiscalizar los crímenes
del Franquismo, la no depuración de elementos ultras entre las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el mantenimiento de su
poder económico y empresarial e influencia social de un grupo
reducido de familias beneficiadas durante la Dictadura.
En
esa serie de decisiones del Partido, asumimos formar parte de un
“gran pacto de estado” que garantizaba esas continuidades sin
cuestión, personificadas en la figura de la Monarquía y de Juan
Carlos de Borbón, el delincuente que durante casi 40 años fue el
Jefe del Estado antes de abdicar en su hijo Felipe. Esta Monarquía
es de hecho la encargada por el Dictador de mantener lo esencial “la
unidad de España, Juanito”, le diría franco al Borbón en su
lecho de muerte. En esa frase se resume toda una voluntad de
mantenimiento y protección del Statu quo postfranquista que la
Monarquía ha estado y está gustosa de defender.
El
PCE formamos parte de ese pacto de Estado que muchas otras
organizaciones no asumieron. Bien por estar a nuestra izquierda, bien
por no asumir la fórmula de Monarquía Constitucional que se
propuso, o bien por representar una parte de la voluntad
independentista de algunos territorios del Estado. Quienes no
asumieron el nuevo escenario, no fueron legalizados. Pasarían años
antes de su legalización o de su desaparición en algunos casos. Al
formar parte de ese pacto desde la ausencia (o imposibilidad real) de
voluntad de ruptura, el PCE asume de hecho todo el paquete completo.
El famoso acto de “aceptación de la bandera monárquica”, no
deja de ser un mero elemento simbólico pero que recoge la voluntad
de las élites postfranquistas de escenificar la “derrota y la
humillación comunista”. Por parte del PCE, quizás en la
percepción de que el esfuerzo antifranquista sería recompensado,
bien con responsabilidades de Estado, bien electoralmente o bien con
una cierta reparación económica, jugamos a cofundar el “Régimen
del 78”, un sistema diseñado para que dos organizaciones,
defensoras ambas del statu quo, una “mas a la derecha” y otra
“más a la izquierda” se turnasen en el Gobierno (que no en el
Poder) apoyados en organizaciones de derecha nacionalista/autonomista
mayoritaria en algunos territorios y que se relegase a la tercera
fuerza política a un resultado peor. Una reforma electoral “contra
el PCE”. El PCE, NO PODÍA gobernar el Estado en ninguna fórmula.
No
sería la única decepción de quienes tomaron desde el PCE el camino
de la reforma pactada. Los elementos más interesantes incluidos por
los militantes comunistas en la Constitución o en otros acuerdos, se
demostrarían papel mojado en manos de Gobiernos liberales cuyo
objetivo fundamental era descapitalizar al Estado, privatizar al
máximo los Servicios Públicos y dar carta de libertad al
Capitalismo para el control del país. Para todo esto, el partido
fundamental, el pilar esencial del “Régimen del 78”, el Partido
que no puede caer bajo ningún concepto y que era y es el máximo
defensor de las políticas de mercado es el PSOE.
En
el turnismo que PP (antes AP) y PSOE representan, al PSOE le
corresponde el papel “de izquierdas”. Sabemos lo que es el PSOE.
Quizás uno de los mayores errores de la gente de izquierdas en
España ha sido asumir que el PSOE forma parte de la Izquierda. No es
así. El PSOE es una organización muy conservadora en lo
estructural, liberal, socioliberal a lo sumo en lo económico y con
una pátina de defensa de derechos sociales y defensa (meramente
formal) de los servicios públicos.
Esta
percepción no es extraña. Es fruto de décadas de trabajo de base.
Sería ridículo repetir simplemente que “PSOE y PP, la misma
mierda es”, porque aunque efectivamente representan sin fisuras a
los mismos intereses estratégicos y defienden el reparto actual en
las relaciones de producción, no se puede negar la implantación de
las bases del PSOE en los barrios más populares, en asociaciones y
organizaciones vecinales y sociales. Es muy doloroso que esa gente
honestamente progresista no se cuestione a un partido que se ha
dedicado durante 40 años a demoler el Estado Social de Derecho, pero
ciertamente no se puede despachar con un mero “es lo mismo”.
Porque no es así.
El
PSOE ha gobernado España en tres etapas. De 1982 a 1996 con Felipe
González en la Presidencia. De 2004 a 2011 con José Luís Rodríguez
Zapatero y desde junio de 2018, con Pedro Sánchez en la Presidencia,
en un primer momento en minoría tras la moción de censura que
desalojó a Mariano Rajoy y desde enero de 2020 en coalición de
Gobierno con Unidas Podemos.
En
las diferentes comunidades autónomas, el PSOE ha tenido variados
Gobiernos a veces en solitario, con mayoría absoluta o no, a veces
en coalición con, entre otros socios, con IU.
La
actitud de IU en estos Gobiernos, aun habiendo variaciones, por
supuesto, ha sido en general la de garantizar siempre la investidura
del PSOE donde fuese posible con nuestros votos, a veces a cambio de
puestos (muy pocas veces consejerías de Gobierno, más veces puestos
de confianza) y en otras ocasiones ser parte de una oposición
“crítica pero poco, para no confundirnos con el PP”. Esta
actitud, que tenía una parte de acceder a recursos económicos que
nos corresponderían según la legislación vigente, que ha
garantizado en gran parte nuestro crecimiento y supervivencia, ha
contribuido a, como decíamos mas arriba, no solo colocar al PSOE en
“la izquierda”, sino a situarlo como un actor necesario para “un
gobierno de izquierda posible”. Con la inestimable colaboración de
todo un aparato mediático capitaneado por el Grupo PRISA para ser un
auténtico tanque mediático del PSOE y esencial en el mantenimiento
de su posición como partido hegemónico del espacio socialdemócrata
en España.
Desde
ese espacio, desde esa “socialdemocracia” (que en realidad nunca
lo fue), en España el PSOE ha privatizado sectores estratégicos del
Estado, ha ejecutado reformas laborales lesivas para nuestra Clase,
ha reprimido a colectivos políticos, sindicales y sociales con
porras, juicios y cárcel. Con esas políticas durante décadas de
Gobierno del PSOE, con esa identificación del PSOE como izquierda,
con la casi nula exigencia de IU para investir a Presidentes del
PSOE, el propio concepto “de izquierdas” queda parcialmente
desvirtuado en el sentir popular, pues no parece significar nada muy
diferente a cuando gobierna la derecha explícita.
Y
todo esto con una IU que nunca abandonó luchas y posicionamientos
dignos. Desde su nacimiento, en el que el PCE fue un actor esencial,
IU estuvo contra la OTAN. Siempre junto a las luchas sindicales,
sociales y políticas. En campaña por una Jornada laboral de 35
horas sin reducción salarial, en las plataformas contra las
privatizaciones de servicios públicos, en manifestaciones contra el
imperialismo y la Guerra, como actores esenciales en los éxitos de
todas las huelgas generales.
Pero
en IU no hemos sido precisamente ajenos a la confrontación interna.
Aunque IU no ha sido nunca nada más que una organización
socialdemócrata de hecho “en la perspectiva del Socialismo”, no
todos dentro lo hemos planteado igual. Por hacer un resumen, la lucha
entre una IU que aspirase a cogobernar con el PSOE haciendo una
especie de “gran frente Socialdemócrata” y entre una IU que
quería hacer oposición desde la izquierda del PSOE para profundizar
los cambios de la Transición y explorar los límites del Estado
Burgués español.
En
la Coordinación de IU ha habido de todo. Gerardo Iglesias en su
fundación, como la cara visible de la IU que luchaba contra la OTAN
en plena pugna con un carrillismo expulsado del PCE y que se vestía
de ortodoxia para marcharse al PSOE (sin Carrillo, pues le debió
parecer demasiado ridículo). Después, Anguita. Un político que
intentó aunar las dos visiones: Formar un frente socialdemócrata en
España, pero desde una postura de enfrentamiento con el PSOE con la
tesis de que para avanzar, lo primero era superar al PSOE como
referente socialdemócrata. Planteamiento nunca tolerado por todo el
aparato del Estado, político, mediático, las “cloacas”, que
etiquetaron a Anguita como un loco llevando su resistencia al límite
de lo razonable. No era Anguita un Revolucionario, pero sin duda fue
un adelantado a su tiempo como luego expondré. Anguita fue también
el responsable de IU durante los primeros años de Aznar en los que
se intentó, con poco éxito, en realidad, representar una oposición
diferente a la del PSOE. Nunca lo supimos explicar y el PSOE fue poco
a poco capitalizando ese papel.
Y
tras Anguita... Llamazares. Y con Llamazares, el inicio del declive
ideológico. Al rebufo de unos malos últimos resultados en las
municipales de la etapa de Anguita, Llamazares logra una correlación
interna de fuerzas suficiente para sentirse seguro. Desde allí,
desarma ideológicamente a IU, la coloca en un plano de subalternidad
de hecho al PSOE aun manteniendo formalmente un discurso de
“oposición” (influyente y exigente) que nos iba situando en la
irrelevancia y con una militancia desactivada y casi “cómoda” en
la inercia del Sistema.
Y
en este escenario, la militancia del PCE iniciamos un lento
despertar. En 2005 se celebra el XVII Congreso del PCE en el que,
entre otras cosas, se plantean una política crítica con la deriva
de IU o la recuperación paulatina de “todas las competencias del
Partido”, amagando incluso con la concurrencia electoral por
separado. Para una parte importante de la militancia del PCE, en el
XVII Congreso se produce “el reencuentro con el Partido”. Una
vuelta a la ilusión militante de décadas anteriores, una crítica
abierta al “espacio PCE” en el que se quería limitar el papel
del partido a un mero “espacio de debate” sin implicaciones
políticas, limitadas estas a IU. Distintas federaciones se unen para
que Frutos, que llegó a la Sª General en el XV Congreso en 1998
tras la dimisión de Anguita tras su primer infarto y que revalidó
el cargo en el XVI Congreso en un escenario de pacto con el
Llamazarismo para repartirse IU frente a las organizaciones
trotskistas. En el XVII Congreso, se abandona esa política de “pacto
con Llamazares” y se inicia el camino de un abandono del reformismo
de IU aunque sin abandonarla finalmente. Este camino, llegó a su
punto álgido entre 2008 y 2009 cuando en una IU con Cayo Lara de
Coordinador se propone una hoja de ruta para la “refundación de
IU” retomando en parte las tesis de Anguita y con la declaración
del Comité federal de abril de 2009 en el que se “rompe con la
Constitucion Española y se inicia la apertura de un proceso
Constituyente hacia la Tercera república”.
Son
años de ilusión para la militancia critica con el Llamazarismo en
IU y crítica con las decisiones del Partido en una Transición y en
un pacto de Estado de que ya no nos sentíamos parte. Se abre una vía
de explorar nuevas convergencias, se empieza a criticar al PSOE más
abiertamente. Parece que se detiene la caída electoral y que IU (y
el PCE) recuperamos nuestra voz en la mesa política.
Pero
damos la sensación de falta de impulso.
En
2012 IU entra a Gobernar en Andalucía y, aunque hubo posibilidades
de avances como presupuestos participativos o posibilidades de una
banca pública andaluza, al final las tesis de quienes decían que no
teníamos que haber formado parte de ese Gobierno, se abren paso ante
la evidencia de un PSOE que solo quería de IU un numero de votos que
le mantuviera en el poder, con una nula voluntad de avance social
alguno. IU abandona en Gobierno de Andalucía en 2015.
En
el Estado, tampoco los resultados electorales acompañaban. El PSOE
había sido desalojado del Gobierno y desde 2011 gobernaba el PP de
Mariano Rajoy. Estos años, desde 2010 a 2015, mas o menos, son los
de “la nada” en términos de relevancia de IU en el Estado, pero
los años de lo que parecía un paulatino rearme ideológico del PCE.
Se puede argumentar que en ese escenario, de PSOE noqueado y derecha
en el Gobierno, parecía que quizás se acercaba “la oportunidad de
IU”, mucho mas por las circunstancias políticas que por méritos
propios. Pero al menos IU habíamos resistido hasta llegar a ese
momento con posibilidades. Había encuestas que parecían apuntar
subidas importantes de IU. Mucha gente vivió eso como “nuestro
momento” poniendo en ese momento todas nuestras naves y esperanzas.
En
2011 sucedió el 15M, un movimiento muy poliédrico de base muy
amplia, no necesariamente revolucionaria o ni siquiera “de
izquierdas” en su conjunto, sectorializado y parcial pero que sin
duda fue un aldabonazo entre otras cosas a la representatividad real
de los partidos políticos en la sociedad. En ese movimiento, muchos
militantes del Partido participaron activamente desde el primer
momento, nunca buscando réditos políticos pero tampoco negando
nuestra militancia lo cual fue un problema en gran número de
ocasiones.
En
ese contexto de desánimo y de “desconexión de muchos militantes
del PCE con respecto a IU” de desprestigio absoluto de “la
política”, llegan las elecciones europeas de 2014 y... el
terremoto.
PODEMOS,
un partido nacido unos pocos meses antes de la iniciativa de un grupo
de profesores universitarios, figuras del propio 15M, exmilitantes de
IU y otras personas sin militancia previa en ninguna otra
organización, con una presencia mediática de sus líderes
(especialmente Pablo Iglesias) que nunca ha dejado de sorprenderme
porque parecían plantear un discurso irreverente, arrogante, de
victoria posible y “ruptura con el pasado”, buscando superar el
“eje izquierda-derecha” y apostando por un populismo de
izquierdas en gran parte basado en las tesis de Laclau, logra el
sorprendente resultado de 5 eurodiputados en las elecciones al
Parlamento Europeo de 2014, solo uno menos que IU y tan solo 300.000
votos menos.
El
impacto es durísimo para IU.
De
repente, sin saber bien de donde había aparecido, un partido nuevo,
PODEMOS, parece ser capaz de atraer a cientos, miles, decenas de
miles de personas en un movimiento político a la izquierda del PSOE
aunque ellos mismos rechazaran esa denominación. En las Elecciones
Generales de 2015 sacan nada menos que 42 diputados. IU en coalición
con otras organizaciones en lo que se llamó “Unidad Popular”
(UP), sacamos 2 diputados.
42
PODEMOS y 2 IU.
Si
había un momento para una organización a la izquierda del PSOE,
PODEMOS se hizo con ese momento.
Tiempos
convulsos para IU. Unos meses antes, se desfederó a IU-CM, la
federación de IU en Madrid desde la base de que tenía un
comportamiento fraccionario y preso de una serie de prácticas
discutibles de una parte de su militancia. En términos prácticos,
esto permitió que la parte de IU-CM crítica con la dirección de la
Federación, pero muy alineada con la candidatura a la coordinación
general de Alberto Garzón y proclive a pactar con un PODEMOS que ya
no necesitaba a IU para nada, participase de las candidaturas de
Ahora Madrid, que llevó a Manuela Carmena a la Alcaldía de la
Capital y a IUCM-LV a, por primera vez, no obtener representación ni
municipal ni autonómica. En esos términos, la desfederación de
IU-CM supuso asimismo la expulsión de facto de cientos de camaradas
que nunca defendieron la parte más reaccionaria de la Dirección de
IU-CM, que de hecho, lucharon contra ella en muchas asambleas, pero
que nunca creyeron que ni Podemos ni nada que se le pareciese fuese
más que un producto de un sistema que quería frenar el potencial de
una IU en ascenso. Algo muy discutible, en mi opinión y que no
asumía practicamente ninguna autocrítica de todo el periodo
anterior. Pero respetable al fin y al cabo.
El
viento había cambiado definitivamente. Podemos navegaba con viento
de cola, todo les valía, todo iba bien, su militancia y su
dirigencia se permitían con prepotencia despreciar a IU y a su
militancia como “el pasado”, como folclóricos irrelevantes, con
un nulo respeto por 30 años de militancia y lucha.
Pero
ciertamente lo hacían desde el éxito de sus planteamientos. En las
elecciones generales de 2016, Unidas Podemos (PODEMOS ya en coalición
con IU) obtiene 45 diputados. Formando un grupo parlamentario con
“las confluencias” de 71 diputados y representando mas del 20%
del voto. Aunque es una victoria agridulce pues el objetivo declarado
era hacer “el Sorpasso” al PSOE. No sucedió por poco, pues el
PSOE obtuvo 85 diputados. Aun no se sabía pero esa fue la ultima vez
que es este escenario estuvo cerca de lograrse. Muy cerca, de
hecho... pero no.
IU
se rompe. Entre quienes veían con recelo a PODEMOS, quienes como se
ha comentado sentían que era poco mas que una estrategia del Poder
para evitar el ascenso de IU en solitario, entre quienes ven en
Unidas Podemos la gran oportunidad para hacer efectivo el soñado
movimiento Político y Social teorizado para IU (entre estos últimos,
el propio Anguita y toda la actual dirección del PCE) y entre
quienes no sabían qué pensar.
Todo
se reconfigura en IU como si la irrupción de PODEMOS marcase el
límite de una nueva era. Para unos, antes de Podemos todo estaba
razonablemente bien y tras PODEMOS, llegaba el desastre de la
desmovilización y la desaparición de facto de IU. Para otros,
parecía que antes de PODEMOS todo estaba mal y Unidas Podemos era la
única posibilidad de supervivencia y una oportunidad histórica para
el avance de nuestras propuestas.
Como
siempre, la realidad no era tan dicotómica y escondía muchos tonos
de gris.
Confluencias
municipales, llegaron los Ayuntamientos del cambio. Experiencias
dispares. Madrid, con Carmena a la cabeza, ejemplo de confluencia
personalista, construída con muchos mimbres pero en torno a una
figura individualista, Manuela Carmena, que poco o nada tiene de
izquierdas. Aunque supuso un soplo de aire fresco la ciudad, pronto
se evidenciaron las luchas internas, a veces por cuotas de poder, a
veces por decisiones francamente discutible como la “Operación
Chamartin”, con una especulación digna de cualquier gobierno de la
derecha.
Barcelona,
con Ada Colau. La única que resiste hoy. Una activista contra los
desahucios que logró una unidad de muchos en torno a una voluntad de
municipalismo diferente, aunque muy lejana a una voluntad de
impugnación al Sistema. Parecido quizás a Zaragoza en Común,
auténtica experiencia de unidad de la izquierda zaragozana, ejemplo
en muchos aspectos de una gestión enfocada a la voluntad popular a
la izquierda del PSOE, atacada por todo el aparato mediático de la
derecha y que perdió la alcaldía frente al PP, Cs y VOX.
¿En
general? Nubes y claros. Nunca nos quitamos de encima la sensación
de que para muchos participantes en las confluencias, la obtención
de un espacio de poder y colocación estuvo por encima de la
construcción de un proyecto sólido de base popular. Poco queda hoy
de eso y se percibió claramente y con dureza. Quizás la exigencia
de las bases de la izquierda a nuestros representantes son
asfixiantes pero cundió la sensación de desánimo y por vez primera
la idea de que “Sí se puede” hacer algunas cosas. Pero otras
cosas no iba a poderse.
La
puesta en práctica de una unidad “en torno a un programa”, salió
mal. Sobre el papel, los programas fueron maravillosos. En la
realidad, una ilusión de propuestas emanadas de varias
sensibilidades, en algunos casos con muy poca conexión con la
realidad material de una organización sin base militante sólida
unitaria que las defendiese mucho más allá del enganche afectivo
que concitó mayorías entre personas progresistas pero a los que no
se logró implicar en el compromiso político y que, como tal fue
fugaz.
Por
primera vez en esta frenética historia que normalmente hubiera
llevado décadas, pero que sucedió en unos pocos años, se evidenció
que había dos velocidades: Por un lado la de unos representantes que
venían de la cultura militante, que trataban de ser la voz de las
posiciones históricas de sus organizaciones y base militante; por
otro lado, representantes electos que se consideraban a sí mismos el
sujeto político, sin base militante real y con una progresiva
profundización en una dinámica viciada en la que los grupos
institucionales (parlamentarios, municipales) eran el verdadero
órgano político ejecutivo, el único realmente existente. Ni
círculos, ni asambleas.
Para
muchos, al menos en IU y el PCE, esta constatación fue demoledora.
¿Qué se ha logrado? ¿Para qué todo esto, las fracturas, las
luchas? ¿Para esto?
Y
llega el que quizás sea en mi opinión el momento político clave
desde que apareció PODEMOS: el periodo comprendido entre la moción
de censura exitosa a Mariano Rajoy en mayo de 2018 y la firma del
pacto para un Gobierno de Coalición entre PSOE y Unidas Podemos en
Diciembre de 2019 tras las elecciones Generales del 10N de 2019 en
las que, lejos ya la posibilidad de sorpasso, el PSOE obtiene 120
diputados, UP 35 diputados y se logra una mayoría de investidura a
Pedro Sanchez con los votos de su partido, el PSOE, los de UP, los de
PNV, BNG, Más País (la formación de Errejón), Nueva Canarias,
Compromis y Teruel Existe. Y por supuesto, con la necesaria
abstención, sin la que no habría habido Gobierno, de ERC y
EH-Bildu.
La
importancia de este año y medio de vértigo consiste esencialmente
en que Unidas Podemos, una organización de base estatal a la
izquierda del PSOE, consigue una posición de poder en la negociación
de la formación de un Gobierno, que no se le regala al PSOE sin
negociar, sin presionar. Se exigen puestos en el Gobierno. Puestos de
responsabilidad real. Ministerios mayores. Trabajo, Economía,
Vicepresidencia. Se exige representatividad proporcional en el
Consejo de Ministros y se avisa que el turnismo inercial, el que ha
gobernado España durante 40 años sin alternativa alguna, se ha
acabado. Se expone que se puede y se debe hablar con ERC, con
EH-Bildu. Con estos últimos, como actores políticos en normalidad.
Se genera una “mayoría tácita de investidura” en la que el PSOE
ya no puede simplemente imponer sus condiciones. Y se avisa de que si
no se acepta este escenario, no habrá Gobierno, colocando la pelota
en el tejado de un PSOE obligado por vez primera desde 1982 a mirar a
su izquierda con respeto y no desde la humillación. El sueño de
Anguita.
Atrás
queda el pacto de Pedro Sanchez con Albert Rivera dos años antes
para la formación de un Gobierno tras las elecciones Generales del
20N de 2015. Un pacto de Gobierno entre una organización
Socioliberal y otra liberal sin complejos que Pedro Sánchez
reconocería en una increíble entrevista televisiva con Jordi Évole
en noviembre de 2017 que se hizo “porque el Poder real en España
le avisó de que de ninguna manera se podía pactar un Gobierno con
PODEMOS”. Se puede teorizar mucho sobre esto. Sobre si Sánchez
firmó con Ciudadanos en contra de su voluntad y ahora junto a UP
está mas a gusto, o si por el contrario es ahora cuando está
incómodo y hubiera preferido aquello. La verdad es que el PSOE,
todos los PSOE de los últimos 40 años, el de Gonzalez, el de
Zapatero y también el de Sanchez, maniobran esencialmente para
mantener su posición de poder hegemónico como partido de la
Socialdemocracia en España. Y lo hacen bien. Probablemente, la
propia entrevista de Évole formó parte de ello. Esa propuesta de
formación de Gobierno con Ciudadanos, por cierto, la apoyó en su
momento gente de IU como Cayo Lara, ya ex-Coordinador General de IU
como “una necesidad para la regeneración”. Ni la dirección de
IU con Alberto Garzón ni Podemos lo apoyaron.
Pero
estábamos a finales de 2019, con Ciudadanos practicamente
desahuciado (cumplida ya su tarea de facilitar un Gobierno turnista
para evitar quizás una gran coalicion, explícita o implícita, que
evidenciase el gran pacto de Estado entre PSOE y PP para el
mantenimiento del Statu quo), con una mayoría de izquierdas posible
para la investidura.
Y
se logra. Y se decide que UP y por tanto miembros significativos de
IU y el PCE puedan entrar al Consejo de Ministros por primera vez
desde el golpe de estado fascista de 1936. Como diría Pablo
Iglesias, “se quiebra una clausula de exclusión no escrita”.
Parece referirse al PCE en el Gobierno. En realidad, se refiere a
cualquier persona de una organización a la izquierda del PSOE.
Se
produjo tras la investidura de Pedro Sanchez un debate muy
interesante. ¿Se entraba en el Gobierno o se facilitaba la
investidura y se pasaba a la oposición? En PODEMOS, la cosa estuvo
clara. A gobernar. Para esto se ha nacido. La dirección de IU
compartía esa visión. En el PCE, más dudas. Quizás resulta
irónico que cuando más dudas expresamos los comunistas a gobernar
con el PSOE, fuera cuando estábamos en una mejor posición
negociadora. El Secretario General de nuestro Partido aclaró que,
para mantener la independencia del PCE, él no sería Ministro. La
oportunidad es histórica y se le da luz verde desde el Comité
Central a nuestra participación.
Se
conforma y empieza su andadura “el Gobierno más progresista de la
Historia desde 1978”, afirmación que bien podría ser cierta. Las
expectativas para los militantes del PCE, no son bajas. ¿Se pueden
derogar las reformas laborales, al menos la del PP? ¿Se puede
derogar la ley mordaza? ¿Se puede recuperar una universalidad plena
de la Sanidad, aun no materializado a pesar de la “derogación del
Decreto 16/2012? ¿Se puede recuperar para el Estado algún sector
estratégico de los privatizados...? Tan solo estas preguntas
parecían justificar el apoyo al Gobierno de Coalición.
Una
vez más, por primera vez en 40 años, parecía que existía la
posibilidad de un Gobierno realmente socialdemócrata, al menos digno
de ese nombre en nuestro país.
¿Logros?
Innegables. La revalorización de las pensiones, subidas del SMI que,
al margen de las cuantías concretas, netamente insuficientes, deja
de ser una cuestión tabú, Unos PGE con una orientación diferente a
la austeridad, en medio de la peor pandemia que se recuerda, la
aprobación de los ERTEs que, a la expectativa de ver su evolución
en normalización o en EREs, han defendido millones de empleos, la
persecución al fraude laboral de los falsos autónomos. La “Ley
Rider” (aunque voces afirmasen con parte de razón que el Estatuto
de los Trabajadores era legislacion suficiente), aumento de las
inspecciones laborales en el campo, auténtico pozo de inmundicia
lleno de situaciones de esclavitud a manos de propietarios. La nueva
Ley de la Reforma Laboral que, a pesar de no ser el “triunfo
histórico sin paliativos” que se nos vendió en un primer momento
y tener amplias sombras ante las que deberemos estar alerta, sin duda
ha supuesto un cambio de tendencia en la legislación laboral en
España que, hasta este momento, contaba cada modificación por
recortes.
Logros
que en gran medida pueden ser atribuibles a UP mucho más que a un
PSOE que se ha resistido a cada una de estas medidas, teniendo que
arrancarlas casi una a una desde la sangre en la negociación interna
de un Gobierno en la que la correlación interna de fuerzas es de
5:1.
Pero
también ha habido decepciones. Quizás, la más dolorosa el papel
del Coordinador General de IU y Ministro de Consumo Alberto Garzón.
Relegado a un Ministerio de perfil bajo, cuya gran apuesta parecía
ser “la ilegalización de las casas de apuestas” y que ha tenido
algun avance pero muy lejos de esa grandilocuente formulación. “De
ilegalizacion nada. No es posible”, se nos aclaró. Las casas de
apuestas siguen abiertas, suponiendo un auténtico cancer para
nuestra juventud y nuestros barrios obreros. Los tímidos avances de
limitación a la publicidad el TV y equipos deportivos y algún
límite regulatorio al acceso a las apuestas online, parecen poco
para justificar el Ministerio del Coordinador de una de las fuerzas
más relevantes de UP.
No
se ha derogado la Ley Mordaza.
En
el infame documento de la irrelevante “comisión para la
reconstrucción” tras la pandemia de COVID-19, nuestros diputados
votan a favor de un texto que da carta blanca a la “colaboración
público-privada” en general y especialmente en Sanidad, siendo
esta fórmula la principal apuesta privatizadora de la Patronal de la
Sanidad Privada. No se ha derogado la Ley 15/97 de “nuevas formas
de gestión”, inicio oficial de la privatización sanitaria en
España.
La
Sanidad Pública es sin duda la gran derrotada de la Pandemia. Es una
catástrofe sin parangón y nada parece poder hacerse desde un Estado
con la Sanidad transferida a las CC.AA. No se encuentra la fórmula
no ya para nacionalizar sectores estratégicos de la economía, como
la producción y consumo electricos, sino que tampoco se termina de
poder limitar el abuso de las empresas privadas, ENDESA, Gas Natural,
Iberdrola, que siguen manipulando precios para mantener su tasa de
beneficios intacta y para determinar la política estratégica del
Estado.
Pero
a pesar de esto, frente a este Gobierno, poco sospechoso de ser la
antesala de ninguna revolución socialista en España, las fuerzas
del Estado profundo, no de la derecha, no del “Gobierno”. Las
fuerzas del Estado, policiales, mediáticas, judiciales, que tratan
de asfixiar cualquier atisbo de modificación del Statu quo, se ponen
manos a la obra para desestabilizar al Gobierno PSOE-UP. En este
momento, el movimiento parece dirigirse a visibilizar una posible
mayoría parlamentaria diferente de la de investidura que contó con
un amplio consenso de organizaciones a la izquierda del PSOE. Es ese
escenario, de “Gran Coalición” explícita o implícita,
facilitada por un comodín propiciatorio, el que desea el poder.
Sería muy deseable criticar todo lo criticable al Gobierno PSOE-UP y
a la propia UP, pero nunca para entrar en ese juego de cierre de
crisis y vuelta al turnismo. Cabe decir que no dio nunca la sensación
de que estas fuerzas oscuras y reaccionarias se sintieran tan
incómodas con IU en ningún momento
En
fin, nuevamente luces y sombras. Si se quisiera caracterizar a este
Gobierno, ¿podría decirse que es un Gobierno socialdemócrata? La
verdad es que dificilmente. Como mucho. ¿Es lo mas cerca que hemos
estado de uno desde 1978? Sin duda. Pero sería engañarse creer que
puede afirmarse algo más allá. La propia correlación de fuerzas en
el Gobierno de la que hablábamos antes, hace imposible mayores
avances, seguramente. Pero este no es un espacio electoral. Aquí no
estamos para declarar que “se conseguirían más cosas con más
votos para UP en las próximas elecciones”, ni para afirmar que “es
la mejor opción posible”, sin más.
La
militancia del PCE y el propio PCE, pretendemos hacer un análisis de
cuál debe ser la actitud de un partido que se declara Comunista, que
aspira a la construcción del Socialismo en España. Y que afirma
organizarse según los principios del Marxismo-Leninismo.
La
cuestión es: ¿Debe ser ese el objetivo del PCE? ¿Ser parte de la
organización más importante de la Socialdemocracia en España
sustituyendo en ese papel al PSOE? No sería decir poco, eso. El
papel del PSOE como pilar fundamental del “Régimen del 78” está
fuera de toda duda. Es el responsable de ejecutar una gran parte de
los recortes y programa estratégico de la burguesía manteniendo a
una mayoría de la población trabajadora calmada y conforme con
ello. Pretender que UP represente otra forma de Socialdemocracia,
alejada del Pacto de Estado postfranquista y que proponga un nuevo
pacto acorde a nuevos tiempos, parece algo ambicioso, en realidad.
Pero
en todo caso, lo que no es, es Socialismo.
La
presencia de UP en el Gobierno, del PCE en IU y de IU en UP, en un
contexto de militancia precaria, agotada, desorganizada, oxidada en
la movilización y la lucha, ha hecho que la mayor parte de los
recursos del Partido se vayan a apoyar esa acción de Gobierno. Se
pide que se elaboren políticas para los Ministros del PCE allí. Que
se planteen debates para que se lleven al Consejo de Ministros. Mundo
Obrero es en la práctica el órgano oficial de los militantes del
PCE en la estructura ampliada de Gobierno. Todo lo demás, cualquier
crítica, cualquier otra postura, no es adecuada y es considerada un
ataque al Partido. Otros análisis sobre dónde quedan los acuerdos
del XX Congreso sobre la UE, por ejemplo, quedan fuera de esto.
La
batalla está circunscrita al campo de la Socialdemocracia. ¿Qué
socialdemocracia? ¿Cuánta Socialdemocracia? Es lícito. Pero el PCE
debería al menos aspirar a más.
En
este momento el espacio Socialista está vacío en España. Al margen
de grupos muy minoritarios a la izquierda del PCE o de algunas
corrientes de nacionalismo patriótico hispanista que se visten de
Comunistas, no existe una verdadera fuerza que, con la potencia
militante suficiente, con propuestas audaces de transición a un
modelo de democracia obrera y planificación económica Socialista,
se ponga a la tarea de ocupar ese espacio y ser el referente de masas
en una propuesta de superación del Capitalismo y construcción de
otro modelo.
Hoy
no existe ni siquiera la voluntad real de plantear desde el PCE este
escenario. Y sin embargo es esencial.
Afrontamos
en este contexto el XXI Congreso del PCE, en junio de 2022.
Necesitamos como comunistas creer en ese escenario revolucionario.
Necesitamos generar una propuesta intelectual, cultural, económica
y de Estado que nazca desde la aplicación del Marxismo-Leninismo a
la realidad española, mucho más allá de afirmar que “en este
momento, solo la opción de estar en un Gobierno de Coalición desde
UP es lo posible”. Porque no es así. Necesitamos creer en una
propuesta constituyente de un nuevo Estado, explicable, que se pueda
calendarizar, para la que se precise una determinada política de
alianzas que cuestione los límites que el Poder real, el de la gran
burguesía española, el de la aristocracia y los terratenientes del
campo español le imponen a la acción de este Gobierno y de
cualquier gobierno. Los límites que el Estado burgués nos impone a
la Clase Obrera. Necesitamos una propuesta de superación del
Capitalismo, de abolición de la Monarquía para una Tercera
República. Necesitamos una propuesta económica que cuente con la
riqueza de España, como Estado y como territorio, para avanzar en
una distribución diferente de las relaciones de producción, se
llame ese futuro Estado como se llame. Eso es irrelevante.
Y
desde esa propuesta de ruptura, de viraje del pacto de estado de
1978, que recupere la beligerancia con el Poder en España, así,
“Poder”, con mayúscula, para eso necesitamos reconstruir el
Partido para que llame a la unión de una masa critica posible, capaz
de plantear a la Sociedad esta propuesta no como una rareza
intelectual, sino como una alternativa viable y beneficiosa para los
intereses de nuestra Clase. Solo
desde la existencia honesta de esa propuesta se podrá decidir en qué
medida seguir colaborando o no en un Gobierno socialdemócrata puede
servir estratégica o tácticamente a nuestros intereses. No “porque
es lo que hay”, sino porque reme a favor de nuestra propuesta
Socialista.
Y esa es, en mi opinión, la tarea
del XXI Congreso del PCE. Y para esa tarea, por supuesto, caso de ser
aprobada, se precisará una Dirección comprometida con ella. Y esa
propuesta será una impugnación a gran parte de las decisiones
tomadas en el último periodo del Partido y por la actual Dirección.
Y una impugnación probablemente a quienes la han llevado adelante.
Por tanto será una Dirección nueva con alguien diferente a la
cabeza, alguien que crea en este futuro del PCE, quienes deberán
coger el testigo y relanzar al Partido a la senda que se
abandonó en 1978, al camino que se nos perdió en 1956, el camino de
la construcción del Socialismo en España. Que en realidad, como
cada militante comunista sabe, es el único camino para la victoria.