viernes, 26 de febrero de 2016

Artículo de Paul Steinhardt: "Yanis Varoufakis y la política teatral"

A pesar de todos los aplausos por parte de la élite sobre la enorme mejora de la economía, los hechos no pueden ser negados. Hasta el momento, el PIB Europeo no logró alcanzar el nivel de 2007 y la tasa de desempleo en la UE es cercana al 11%. En los países del sur, como España, Portugal y Grecia, toda una generación está siendo amenazada por un irreversible deterioro económico y social. La emigración es a menudo la única opción que queda. La desindustrialización en muchos países de la zona euro (incluso en Italia y Francia, dos de los miembros fundadores de la UE) no ha disminuido. En los países del norte, los llamados ganadores, duras políticas neoliberales conducen a mayores recortes sociales y al aumento de las divisiones sociales.

No puede haber ninguna duda de que la medicina de austeridad administrada por los radicales pro-mercado de Alemania contribuyó en gran medida al desastre económico y social dentro de la zona del euro. En los “Países del Programa” las más elementales exigencias para legitimar la toma democrática de decisiones se han dejado de lado. En realidad, hoy en día los gobiernos de estos países no son más que los ejecutores de las órdenes de la Troika.

Hasta aquí, casi nadie en la izquierda europea estará en desacuerdo con lo que voy a decir. La discusión comienza con la pregunta sobre qué estrategia política debe seguirse en las actuales circunstancias para dar a la gente en los países en crisis una oportunidad real de mejorar sus circunstancias económicas y sociales y restablecer su soberanía democrática.

No he mantenido en secreto mi propia posición, como muchas de mis contribuciones pueden dar fe. Considero la abolición de la Unión Monetaria Europea como la única posibilidad viable para lograr lo anterior. La razón es que los países en crisis necesitan su propio banco central y su moneda nacional. Sólo entonces será posible para ellos adoptar una política fiscal expansiva. La devaluación de su moneda, lo que sin duda ocurrirá, puede resultar en el cierre de las brechas competitivas existentes ahora. No puede haber ninguna posibilidad de recuperación económica si el desempleo masivo no puede ser eliminado. Sin embargo, estas políticas no pueden ser implementadas dentro de la UE. La soberanía del pueblo está y seguirá estando gravemente limitada por el poder de los mercados de capitales y el BCE. Aquellos que desde la izquierda argumentan a favor de la devolución de las competencias monetarias desde la UE hasta los estados-nación, deben estar listos para ser ignorados o incluso calumniados como "nacionalistas sociales”, como demostró la reacción a la propuesta de Sahra Wagenknecht (europarlamentaria de Die Linke). ¿Por qué es este retorno de competencias desde la UE a los Estados-nación está siendo rechazada de plano y quién ve una alternativa viable de izquierdas a esta estrategia?

El sector pro-UE afirma que la integración europea es un paso positivo. En su opinión, sus objetivos, la superación de los Estados-nación, debe ser aplaudida ya que, en la era de la globalización, estos ya no son suficientes para hacer frente a los muchos problemas que enfrenta la humanidad. Además, a medida que avanzaba la integración europea, el riesgo de conflictos militares en Europa disminuyó. Esto ciertamente puede ser cierto, pero dificilmente no aborda la cuestión de cómo un verdadero orden democrático puede ser construído más allá del principio de la soberanía nacional o cómo debería parecer y funcionar.

En este escenario, la propuesta “DiEM25” de Varoufakis , cuyo principal objetivo es de hecho el establecimiento de los "Estados Unidos de Europa" puede ser bienvenida a primera vista. Uno puede hablar día y noche sobre la democratización de las instituciones de la UE (como ha ocurrido durante decenios hasta hoy), pero sin un parlamento que represente la voluntad de los ciudadanos europeos y sin órganos ejecutivos que actúan de acuerdo a esa voluntad popular, no puede haber posibilidad de verdadera democracia europea.

Incluso los optimistas profesionales deben considerar que la solemne unión de los pueblos europeos en una UE plenamente democratizada en 2025 como una ambición irreal. Se debe plantear la cuestión, incluso para ellos, de lo que se pretende hacer exactamente en el “mientras tanto”, que puede ser un periodo bastante largo, con respecto a la situación económica y los problemas sociales que asolan la Unión Europea. No hay una respuesta a esto. Se puede leer en el manifiesto de DiEM25 que la crisis económica actual debe abordarse “dentro de las instituciones existentes y de conformidad con los tratados vigentes de la UE”. Cómo encaja esto con las afirmaciónes de que "una burocracia común y una moneda común" son las culpables de la situación disfuncional de la zona euro y de “destruir de la solidaridad entre los pueblos de Europa" sigue siendo un secreto que sólo Varoufakis y sus colegas conocen.

Es, por supuesto, la cuestión esencial. El lanzamiento de tal iniciativa en Berlín ha sido inteligentemente organizado como una acción radical contra la nomenklatura de la UE. De hecho, es en su mayor parte teatral. Varoufakis puede proporcionar con ella una válvula de escape a la indignación de muchas personas preocupadass y bien intencionadas de toda Europa. Si bien la iniciativa sin duda tiene una alta capacidad para “hacer sentirse bien” a sus defensores, predigo que resultará fatal para la organización de la organización política eficaz en Europa. Su principal problema es su programa reformista. La UE y el euro se consideran como entidades inamovibles. El Varoufakis “pro-UE izquierdista” se posiciona en que los problemas económicos, sociales y políticos pueden abordarse dentro de las instituciones existentes, ya sea con un poco de buena voluntad o por medio de "movilización social". La percepción de que estas instituciones no pueden ser reformados o redemocratizadas, está ausente del concepto.

Se pueden observar los resultados más maravillosos de la dialéctica entre la retórica radical y la realpolitik neoliberal en el propio país de Varoufakis, donde hoy un partido que una vez se definió de “izquierda radical”, ejecuta las órdenes de la Troika. En este escenario, el lema de DiEM25 que aparecía en la invitación a la presentación del nuevo movimiento adquiere un sorprendente sentido: "Anunciando la Democrazy” (juego de palabras ¿Demolocura, demencracia?).